Noticias

Neurobiólogo UV explica cómo nuestro cerebro puede salir bien de esta crisis


La aislación social es lo que más estresa a nuestro cerebro.

 

Vivimos tiempos difíciles porque anda suelto un virus mortal y no tenemos una vacuna para protegernos, es invisible y puede estar en cualquier persona, un familiar, o un amigo o un vecino, lo único que nos queda es escapar y escondernos en nuestros hogares, aislarnos socialmente por un largo tiempo.  Sin embargo, el confinamiento es una de las consecuencias colaterales de esta crisis que más estresa a nuestro cerebro. ¿Por qué?
 
El doctor Alexies Dagnino Subiabre, investigador del Laboratorio de Neurobiología del Stress y del Centro de Neurobiología y Fisiología Integrativa (CENFI) de la Universidad de Valparaíso, quien ha desarrollado una línea de estudio basada en la neurobiología del estrés y la resiliencia, lo explica en la siguiente entrevista. Además entrega una serie de consejos para evitar que nuestro cerebro se enferme.
 
¿Cómo interpreta nuestro cerebro esta situación?
“Para responder esta pregunta tenemos que viajar miles de años atrás cuando éramos cavernícolas, “en ese tiempo, un área que se localiza en el centro del cerebro, llamada “complejo amigdaloide” comenzó a especializarse en detectar el peligro y activar el miedo. Este mecanismo primitivo permanece intacto en nuestro cerebro y es el responsable de que sintamos miedo cuando vemos la pandemia por la televisión. Así, como cuando escapábamos de un león, ahora escapamos de un virus, y en el futuro escaparemos de nuevos peligro. Sin embargo, para nuestro cerebro es el mismo mecanismo primitivo de sobrevivencia el que se activa”.
 
 ¿Por qué nuestro cerebro se enferma cuando nos aislamos socialmente?
“Es por el estrés que sentimos, volvamos al ejemplo del cerebro de cavernícola, una vez que se activa el miedo, otra estructura cerebral llamada el hipotálamo también se activa y controla otro mecanismo primitivo en el cerebro llamado “el eje HPA”, un sofisticado sistema neuroendocrino que nos hace luchar o escapar del peligro y así sobrevivir, adaptarnos, eso es el estrés. Tratamos de escapar del COVID-19, porque no tenemos una vacuna para luchar, pero el problema es que escapamos a nuestros hogares, para escondernos ahí por meses. La consecuencia de esto es la aislación social, una de las cosas que más estresa a nuestro cerebro. Esto ocurre porque nosotros los humanos somos una especie de monos muy sociables, sentimos placer cuando compartimos con amigos o familiares porque nuestro cerebro se baña con un neurotransmisor llamado dopamina, nuestro comportamiento social es un recompensante natural, como el sexo o comer. Entonces, la aislación social nos estresa mucho porque nuestro cerebro que es social no puede adaptarse fácilmente a la aislación social. La consecuencia de esto es lo que conocemos como “Distrés crónico”, en palabras más simples, es un estrés tóxico que produce neuroinflamación y daña áreas del cerebro que regulan nuestras emociones, aumentando la probabilidad de desarrollar enfermedades neuropsiquiátricas, como la depresión o los trastornos ansiosos”.
 
¿Qué podemos hacer?
“La resiliencia, esa es la clave para lo que estamos viviendo con el COVID-19. La resiliencia es la capacidad que tiene nuestro cerebro de adaptarse más rápido a situaciones estresantes. La vulnerabilidad de nuestro cerebro al estrés depende de nuestros genes (epigenética), del desarrollo de nuestro cerebro en etapas tempranas y de nuestras experiencias de vida. Todos estos factores tienen un impacto importante en los circuitos neuronales que regulan nuestra respuesta al estrés. Algunos los pueden dañar, otros pueden hacer que funcionen mejor y de eso dependerá la susceptibilidad de nuestro cerebro al estrés. Entonces, en un mismo hogar podemos tener cerebros susceptibles y resilientes al estrés que nos genera el COVID-19. Es muy extraño y especial, varias investigaciones han demostrado que el comportamiento resiliente se contagia entre las personas, como un virus, las personas resilientes hacen que otras personas tengan comportamientos resilientes al estrés, algo muy extraño y la neurociencia lo está tratando de entender”.
 
Para Alexies Dagnino, doctor en Ciencias Biomédicas, como la mayoría de las y los chilenos no puede tomar un helicóptero y viajar a su segunda vivienda para pasar de mejor manera lo que estamos viviendo, entrega una serie de consejos que serán útiles a la mayoría de la población, que también vivirá los efectos económicos de esta crisis.
 
Hacernos cariño
“Un colega inglés que se llama Francis McGlone descubrió que cuando nos hacemos cariño en la piel se activa la parte social de nuestro cerebro, esa que no podemos activar por la aislación social que nos impone el COVID-19. Recientemente hemos realizado experimentos pioneros que nos indican que este tipo de estimulación en la piel hace que el cerebro sea más resiliente al estrés. Entonces es bueno que tratemos de hacernos más cariño en la piel en este tiempo en que estaremos en aislación social, es gratis”, sostiene.
 
Recuerdos positivos
También los recuerdos gratificantes son de gran ayuda, porque “todos tenemos memorias autobiográficas, en palabras simples, podemos recordar cosas positivas de nuestra vida. Estudios recientes de neurofeedback han demostrado que cuando evocamos memorias autobiográficas, en nuestro cerebro se activan áreas relacionadas con el control de las emociones y el estrés, como el complejo amigdaloide. Es como si nuestro cerebro viviera las mismas interacciones sociales que se evocan en una memoria autobiográfica. Quizás es bueno sacar fotos antiguas que tenemos en nuestros hogares y compartir las vivencias con nuestros familiares.
 
Controlar la respiración
En la misma línea, el investigador afirma que nuestra respiración es clave para controlar la actividad cerebral, dado que “cuando sentimos miedo aumentan unas oscilaciones cerebrales en un rango de frecuencia de 4 Hz. Por eso es que en una situación estresante comenzamos a respirar más rápido. Cuando nos sintamos ansiosos o nerviosos durante este periodo de aislación social, es bueno que nos sentemos, cerremos nuestros ojos y comencemos a respirar más lento. Esto permitirá que la corteza frontal y el complejo amigdaloide en nuestro cerebro disminuyan la actividad del eje HPA y controlemos nuestra respuesta al estrés”.
 
Adiós a la comida chatarra
A esto se suma una dieta saludable, porque “cuidar nuestra alimentación es clave en este periodo de aislación social. El estrés y una dieta poco saludable, como la comida chatarra, aumentan la vulnerabilidad de nuestro cerebro a desarrollar enfermedades neuropsiquiátricas como la depresión. La comida chatarra es muy concentrada en unos ácidos grasos llamados omega-6, como el ácido araquidónico. Cuando estas moléculas llegan en abundancia al cerebro se transforman en lípidos que favorecen la neuroinflamación. Entonces el estrés y la comida chatarra favorecen la inflamación del cerebro, se cree que este proceso es fundamental en el desarrollo de la mayoría de las enfermedades mentales. Es muy probable que comprar alimentos saludables es más caro, más aún en este periodo de incertidumbre económica. Sin embargo, hay legumbres que dejamos de consumir y quizás esta es la oportunidad de volver a consumirlas, por ejemplo, un rico plato de lentejas con trocitos de zapallo”.
 
Tener actividad física
Además, el doctor Dagnino afirma que el ejercicio voluntario y tratar de mantener un buen humor tiene efectos muy positivos en el cerebro, porque “permite que el cerebro se oxigene mejor lo cual tiene un impacto positivo en la fisiología cerebral. Cuando nos reímos se liberan endorfinas, estas moléculas mejoran la actividad del sistema inmunológico. Contrariamente, el cortisol conocido como la hormona del estrés es el principal inmunosupresor endógeno que tenemos”.   
 
Grupos de riesgo
Por su parte, los grupos de riesgos para el COVID-19 son los adultos mayores y los niños. “Es muy importante cuidar estos grupos de riesgos en la aislación social que estamos viviendo. El cortisol se libera a la sangre desde las glándulas adrenales que están ubicadas sobre nuestros riñones. Cuando envejece esta glándula comienza a liberar más cortisol. Esto genera que en los adultos mayores la respuesta al estrés sea más exacerbada que las personas más jóvenes. Por otro lado, en los niños la corteza frontal esta menos desarrollada que en los adultos. La corteza frontal regula la actividad del complejo amigdaloide durante la respuesta al estrés. En palabras simples, la corteza frontal es como el freno a la respuesta al estrésPor estas razones, los cerebros de los adultos mayores y el de los niños son muy vulnerables a los efectos del estrés que genera la aislación social”.
 
Salud mental
Finalmente, el académico del Instituto de Fisiología de la U. de Valparaíso asegura que el COVID-19 ataca algo esencial en nosotros los humanos, nuestro comportamiento social, el corazón del mundo del siglo XXI, una sociedad hiperconectada en todos los sentidos.
 
“Sin duda, el COVID-19 puede colapsar nuestro sistema de salud, ese es el punto de inflexión. Si tratamos de controlar el estrés que nos produce el aislamiento social contribuiremos un poquito a que no lleguemos a ese punto de inflexión. La salud mental en nuestro país ya estaba muy deteriorada antes del estallido social de octubre pasado. Por ejemplo, Chile presentaba una de las prevalencias más alta de depresión en nuestro continente, una enfermedad muy relacionada con el estrés. A nivel de salud mental llegamos mal preparados a esta pandemia. Entonces está en nuestras manos también el que no colapsemos nuestro sistema de salud por enfermedades mentales durante los próximos meses de invierno. Este artículo es una contribución a los desafíos que nos plantea esta pandemia y como salir bien de ella”, concluye. 

Author


Avatar