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Estudian cómo se codifican los olores en el cerebro

Científicos del Laboratorio de Fisiología Sensorial de la Universidad de Valparaíso investigan el sistema olfatorio para entender cómo identificamos los aromas.

Muchos de nosotros no somos capaces de imaginar el mundo sin olores. Piense un momento en el exquisito aroma de un café por la mañana o en el de un pan recién horneado. Tan sólo sentir los diferentes aromas nos hace revivir un momento preciso de nuestras vidas, que está directamente relacionado con las emociones. El olfato es probablemente el sentido más primitivo que tienen los animales y uno de los menos entendidos en comparación con los otros sentidos. Se diferencia del resto de los sentidos porque mientras todos los demás deben pasar por relevos en lo más profundo del cerebro para poder procesar la información en la corteza cerebral, el olfato tiene vía directa y no solo a la corteza, también llega de una sola vez a otras estructuras de nuestro cerebro como el hipocampo, relacionado con la memoria y la amígdala, relacionada con las emociones. El olfato tiene una memoria asociada a las emociones, los sentimientos y es común recordar hechos vividos en la infancia muy temprana, por solo sentir un olor, es una memoria que dura toda la vida, que si se estudia adecuadamente, podría tener incluso usos terapéuticos y educativos. Otro aspecto que lo distingue es en el ámbito de la sobrevivencia y perpetuidad de las especies, ya que permite detectar un alimento en mal estado o la presencia de un contaminante ambiental peligroso. También gracias al olfato las parejas se encuentran. Así lo confirma un estudio que señala que el olfato en las mujeres, influye en gran proporción en el enamoramiento, al liberar dopamina en el cerebro, cuando ella “huele” que el hombre de su interés es compatible para tener hijos fuertes (la dopamina es un neurotransmisor que funciona como droga natural de la felicidad y el placer). “El olfato está involucrado en numerosos aspectos básicos de nuestras vidas, especialmente en los más primitivos. Probablemente nos ha permitido sobrevivir como especie”, afirmó Jesús Olivares, estudiante del Doctorado en Ciencias, mención Neurociencias, que imparte la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valparaíso (UV). El biólogo realiza su investigación sobre el olfato, para obtener el grado de doctor, en el Laboratorio de Fisiología Sensorial, dirigido por el doctor Oliver Schmachtenberg, científico del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso (CINV), que alberga la UV. El estudio se centra en las oscilaciones neurales que se producen simultáneamente en el sistema olfatorio en respuesta a una estimulación con odorantes (los odorantes son las moléculas individuales de un olor, que a su vez está compuesto por una mezcla de diferentes moléculas) y el rol que tienen estas oscilaciones en la codificación de los olores, pues aún no se sabe si tienen alguno. Tal como lo explicó el joven investigador, una de las varias causas de la anosmia (pérdida o disminución de la capacidad olfatoria) puede ser un resfrío, que causa una pérdida parcial de la percepción olfatoria “pero también puedes perder el olfato producto de un traumatismo, quimioterapia para el cáncer, una enfermedad neuropsiquiátrica o neurodegenerativa asociada. Por ejemplo, se ha demostrado que se pierde el olfato cuando hay procesos relacionados con la Esquizofrenia, Parkinson y el Alzhéimer, por lo tanto se estudia la anosmia como un indicador temprano de estas patologías. De ahí que es tan importante estudiar el olfato y su rol en estas enfermedades”, plantea. A su vez el biólogo asegura que vivir sin olfato también afecta la capacidad de saborear los alimentos. La anosmia puede llevar a la pérdida de interés en la comida, ya que el 80 por ciento de lo que saboreamos viene del olfato. Sin aromas ni sabores las personas que sufren anosmia muchas veces pierden el gusto por la vida, por esta razón no es poco frecuente observar situaciones de aislamiento y depresión en este tipo de pacientes.